Volumen 2 número 1 - Abril 2005
ISSN 0718-0918
Tabla de Contenidos > Pediatría del desarrollo

Prevenir la violencia, una prioridad en salud
Fernando Novoa Hospital Carlos van Buren. Hospital San Borja Arriarán

Resumen | Texto completo HTML | Descargar texto en pdf

Introducción

La importancia relativa que tienen las distintas causas que dañan la salud del niño ha ido cambiando en el transcurso de los años. Actualmente la violencia en forma de homicidio, suicidio y trauma es un riesgo para la salud del niño y del adolescente mayor que las enfermedades infecciosas, cáncer o malformaciones congénitas. En este aspecto las cifras que ha dado a conocer la Academia Americana de Pediatría son impactantes. En el adolescente la violencia interpersonal es la primera causa de traumatismo. En Estados Unidos 10 adolescentes son asesinados diariamente y 416 son arrestados por agresiones. Esta es una pequeña muestra de una enorme cantidad de información que demuestra la magnitud que tiene la violencia en término de costos de vidas humanas y de sufrimiento. Por estas razones, considerando que la Pediatría tiene como objeto de su preocupación la salud del niño y del adolescente; su crecimiento y desarrollo y asegurar que llegue a la edad adulta con el más pleno desarrollo de todas sus potencialidades, tanto físicas como emocionales, prevenir la violencia es un tema prioritario para todos los pediatras (2). Sin embargo, lamentablemente nos hemos acostumbrado a ella y no hay una respuesta suficientemente activa destinada a cambiar las condiciones que la desencadenan. En las páginas de los diarios leemos en forma cotidiana la rutinaria información sobre actos violentos. En realidad hoy día sufrimos una sobrecarga de violencia, la que ya no nos sorprende Pero, debido a la magnitud a que ha llegado en términos de las cifras de morbimortalidad, humillación y daño emocional que provoca, debe ser un importante motivo de preocupación para todos los miembros de la sociedad, y particularmente para aquellos encargados de la salud de la población, y en ella los niños son los más indefensos y vulnerables en relación a sus efectos. A esto habría que agregar que existe un aumento alarmante de conductas violentas, incluso homicidas en niños cada vez de más corta edad.

En la historia de la humanidad se ha podido definir la existencia de ciclos de violencia que alternan con otros de relativa paz. La explicación de la existencia de estos ciclos no se puede encontrar en una súbita proliferación de factores biológicos, sino que en ciertas características sociales que consisten en el debilitamiento de los valores en la Sociedad, la deshumanización, la corrupción en niveles altos, la promiscuidad, el aumento en el consumo de drogas y alcohol y la aceptación social de la violencia como una alternativa válida para enfrentar los conflictos. Resulta evidente que actualmente la situación mundial corresponde a un período especialmente violento, en que sus manifestaciones se pueden apreciar en los ámbitos más diversos. La violencia debe ser considerada una urgencia sanitaria.

Causas de la violencia

Con el objeto de poder definir las estrategias más apropiadas de intervención para prevenir la violencia, previamente es necesario hacer algunas precisiones sobre los factores gravitantes en la génesis de la violencia. En este aspecto se han demostrado numerosos agentes, tanto constitucionales del niño como ambientales en el círculo en que él se desarrolla que generan un sistema que incentiva conductas violentas en los más diversos ámbitos y circunstancias (1). La evaluación de cada uno de estos factores puede contribuir a poder comprender la violencia actual que hasta aquí pareciera imposible de controlar. En algo tan complejo como es la conducta humana rara vez podemos encontrar un sólo factor que determine un modo particular de comportamiento. Habitualmente es el resultado de la interacción de varios factores simultáneos que pueden tener mayor o menor importancia relativa, según el caso. Distinguimos factores constituidos por las influencias ambientales y los biológicos que son sólo enumerados en la Tabla 1, sin desarrollarlos extensamente, por no ser el tema central del artículo

Algunas de las causas son obviamente imposibles de modificar y son inherentes a las características normales de las personas. Un ejemplo para ilustrar esta situación es que la condición de ser joven y pertenecer al género masculino tiene especial riesgo de ser un individuo violento y esta característica es común tanto al ser humano como a los animales en general. La frecuencia de conductas violentas ocurre más habitualmente durante la juventud. Entre los declarados culpables de asesinato en Estados Unidos uno de cada tres tiene entre 18 y 24 años de edad. En la mujer se ha encontrado mayor posibilidad de conductas violentas e incluso homicidas, en relación a días previos a la menstruación. Se han definido familias especialmente violentas en relación a un patrón específico del DNA.

Factores ambientales

Los factores ambientales son de particular importancia para el pediatra, porque son susceptibles de modificar.

Al igual que en otros aspectos del desarrollo, los modelos de convivencia y de crianza imperantes en las diferentes culturas, afectan de manera significativa el desarrollo de conductas hostiles o por lo contrario favorecen el aprendizaje del auto control (1). Es así como en culturas donde se pone mayor énfasis al control de la agresividad en pro de las relaciones armoniosas, como es el caso de la cultura japonesa, los niños muestran mayor control de las emociones. Los niños norteamericanos, en cambio, muestran más ira, más agresividad en su comportamiento y vocabulario, y menos control en sus emociones en comparación con los niños japoneses.

Paulatinamente esta influencia cultural, propia de cada pueblo, se ha hecho menos clara, ya que de alguna manera las diferentes culturas, a lo largo del tiempo, han ido perdiendo diferenciación, debido a que hoy nos estamos enfrentando a una cultura globalizada, permanentemente interconectada por los medios de comunicación.

La globalización es una de las características de nuestra cultura que actualmente esta propiciando el desarrollo de la agresividad en los niños, ya que están permanentemente expuestos a presenciar conflictos bélicos, actos de delincuencia, terrorismo etc., en los que la violencia aparece como la alternativa para la resolución de conflictos. De alguna manera estamos validando la agresión como una forma de resolver los problemas. Esta experiencia marca sin duda la cultura y nuestro modo de ser y de resolver los conflictos en la sociedad.

Otra característica de nuestra cultura que propicia el desarrollo de la agresividad es el consumismo. La forma de convivencia que se establece en una sociedad de consumo es individualista y competitiva, en ella el valor fundamental está puesto en la “conquista” de bienes y/o de éxito personal “como única forma de alcanzar la felicidad”. Esta forma de convivencia puede desencadenar una lucha tal por lograr las metas, que requiere una fuerte carga de agresividad en contra de los “competidores”. Esto afecta de diversas formas a los niños. En primer lugar nos encontramos con padres para los que lo importante es ser un buen proveedor, por lo que tienen menos tiempo para compartir con la familia, lo que puede generar en los hijos, un sentimiento de abandono y de poca valoración que se traduce en rabia y agresión. En segundo lugar los padres que llegan cansados del trabajo, responden muchas veces con agresividad a las demandas de los hijos. Mas adelante revisaremos lo importante que es el ejemplo paternal para desarrollar patrones conductuales adecuados.”

De esta manera se cierra el círculo vicioso de una cultura que busca la felicidad en el tener, más que en el compartir, donde la competencia necesaria para el éxito debe ir acompañada por una fuerte carga de agresividad.

Que hacer ante la influencia de la cultura y los valores imperantes

Al revisar las causas de la violencia nos podemos dar cuenta que tenemos pocas probabilidades de modificar muchas de ellas. Sin embargo lo que sí podemos hacer es controlar los efectos que éstas pueden tener sobre los niños, de tal forma de disminuir su influencia a través del manejo que se realice al interior de la familia.

Ya revisamos como la cultura puede influir negativamente en la generación y en el manejo de la agresividad y de la violencia al interior de la familia. Ahora nos preguntamos como podemos contrarrestar esto. Es importante antes que nada que los padres tengan claro como quieren vivir, como quieren educar a sus hijos, en que valores, donde van a estar puestos sus mayores esfuerzos. Que estilo de familia quieren ser, que tipo de adulto quieren formar, hoy más que nunca los padres deben reflexionar, de lo contrario las fuertes tendencias sociales, la masificación de la cultura va a terminar por confundir la propia identidad familiar y destruir su originalidad.

Si en una familia se vive priorizando ciertos valores los niños van asimilándolos paulatinamente, independiente de lo que este imperando en la cultura. Es así como si a la violencia imperante interponemos el valor del respeto mutuo, de la tolerancia y del diálogo, podremos neutralizar su efecto al interior de la familia. Del mismo modo podemos lograr que el consumismo imperante no afecte tanto a los niños, siempre y cuando les mostremos con nuestra vida que es más importante ser que tener, compartir que poseer. Si los hijos ven que sus padres valoran a otros por lo que son como personas y no por los bienes que tienen, podrán hacer lo mismo y adquirirán seguridad para no depender de las cosas o los bienes que poseen, como la marca de zapatillas que usan, para sentirse bien o ser felices. Si los hijos ven que los bienes brindan felicidad al ser compartidos y no sólo por ser poseídos, irán asimilando el verdadero valor, y orden de jerarquía que los bienes tienen en sus vidas. Junto a esta jerarquización vivencial de valores, es importante también ayudarles a que desarrollen una actitud crítica frente al medio, que aprendan a tener una opinión propia y que aprendan a expresarla sin miedo a ser diferentes.

Influencia de los medios de comunicación, la televisión y los video juegos (3, 4, 5).

Los niños aprenden conductas por modelos (6, 7), los medios de comunicación tienen una alta influencia en el modelado de ellas.

Los medios de comunicación especialmente la televisión, vistos en su dimensión negativa sin por ello desconocer el valor educativo y culturizador que también poseen, constituyen uno de los principales promotores de la cultura del consumo, “creando necesidades” especialmente en los niños, despertando en ellos la sed de tener, catalizando así el círculo vicioso de la cultura consumista, que como vimos tiende a desenfrenar la agresividad.

Junto a esta realidad, es un hecho conocido y ampliamente estudiado, que la televisión y los video juegos con alta carga de violencia, desencadenan agresividad en los niños. Investigaciones sugieren que los niños reciben más influencia de los modelos de violencia de estos medios, que en su propia vida. Los niños ven en promedio tres horas diarias de televisión y más de 10.000 actos violentos por año, según estudio reciente de la televisión norteamericana. Los resultados promedios de otros estudios arrojan los datos que se ilustran en la Tabla 2. Los datos en esta tabla destacan lo distorsionada que es la realidad que muestran estos modelos para los niños.

Según otro estudio norteamericano, el tiempo gastado por los niños en video juegos por semana, fue de 4,2 horas y el contenido de más de la mitad de los videos, fue violento. Al mismo tiempo, el crecimiento anual de la industria de los video juegos ha sido meteórica, de 100 millones de dólares en 1985 a 7 billones de dólares en 1994, lo que augura preocupantes efectos en la conducta de los niños ávidos de consumir estos productos.

Por su parte, el fácil y rápido acceso al mundo a través de la WEB por el ciberespacio, claramente tendrá un efecto en el desarrollo de las conductas de los niños, como los otros medios de comunicación lo han tenido.

Finalmente este estilo de diversión promueve el individualismo, los niños se pueden entretener solos sin necesidad de otros, lo que no favorece el desarrollo de conductas adaptativas. Los niños pierden o no llegan a desarrollar las capacidades de negociar, ceder y de establecer acuerdos con sus pares. En muchos hogares los niños tienen televisores e incluso computadores en sus dormitorios, lo que genera un creciente aislamiento y atenta contra un sano compartir y necesario dialogo familiar.

Situaciones específicas de violencia que afectan al niño

Violencia intrafamiliar (8)

La violencia doméstica o intrafamiliar es hoy día un problema devastador en la sociedad y que impacta cada segmento de la población. La respuesta frente a esta grave situación ha sido preferentemente a proteger al adulto víctima del abuso. Pero actualmente hay un aumento de la atención en relación a los efectos que tiene sobre el niño. En la tabla 3 se enumeran los efectos que tiene la violencia en el hogar de acuerdo a la edad del niño. Los estudios revelan que entre el 10 al 20% de los niños están expuestos a violencia intrafamiliar. Además de que estos niños tienen mayor riesgo de ser víctimas de maltrato, las investigaciones a su vez revelan que ellos pueden desarrollar conductas oposicionistas, hostiles y agresivas.

No es casualidad que la primera solicitud de divorcio de la nueva ley de matrimonio civil en nuestro país haya sido presentada por una mujer de 47 años que era golpeada y humillada hace 25 por su pareja.

La violencia se ha transformado en algo habitual para un 50% de las mujeres chilenas y el Gobierno y varias instituciones privadas están dispuestas a llamar la atención como sea para que esto se sepa y se corrija. De acuerdo a la información disponible siete de cada 10 mujeres sufren violencia sicológica en sus hogares por parte de sus maridos, convivientes, parientes o vecinos. Una de cada 4 es golpeada y a tal grado, que unas 70 de ellas mueren al año, es decir, una mujer cada 5 días. El más reciente estudio de prevalencia de violencia intrafamiliar, realizado en Coquimbo por la Universidad Católica y el Sernam, revela que el 41,9% de las encuestadas ha sufrido violencia sicológica, 42%, física y un 16,6%, de connotación sexual. Estas cifras deben motivar a considerar este tema como un problema sanitario que requiere de especial atención.

Además de la exposición del niño a presenciar la violencia entre sus padres igualmente es muy perjudicial la situación en que el niño es el objeto directo de la violencia cuando es víctima del castigo físico con que equivocadamente se pretende modificar sus conductas en el hogar. (9) Se aplica en forma sistemática al 28% de los niños entre los 5-12 años de edad. El resultado es que el niño castigado adquiere conductas agresivas para defenderse o para controlar las conductas de otros.

Se estima que el castigo físico o el verbal excesivo son inaceptables desde el punto de vista moral y legal. El niño debe ser tratado con respeto y considerando su dignidad.

El niño abusador (10)

Se estima que un tercio de los menores del país de entre 7 y 10 años es víctima de agresiones físicas o psicológicas por sus pares, al menos una vez al año, según un estudio sobre victimización infantil de Enero 2004 de la Fundación Paz Ciudadana y Adimark. El niño abusador se caracteriza por una conducta iniciada en escuela básica y mantenida posteriormente que consiste en agresión física, verbal o psicológica por parte de un niño más fuerte a uno más débil. Tiene un impacto emocional importante y es un claro riesgo de conducta agresiva del abusado posteriormente.

Un informe de la Unicef, sobre convivencia en el ámbito escolar, revela que uno de cada 6 alumnos de 7º y 8º básico y de 3º y 4º medio es víctima de algún tipo de maltrato, abuso o amenaza, por parte de sus compañeros.

Por este motivo se requieren de acciones concretas destinadas a controlar las conductas descritas (11). Hay tres elementos centrales que son efectivos siendo el primero acordar entre la dirección, profesor, alumnos y apoderados normas claras de comportamiento en la escuela, y qué hacer cuando se infringen.

Segundo, tener planes comunes para tratar conflictos e instancias de mediación, con profesores debidamente capacitados, junto con programas especializados para casos más complejos.

Por último, una relación más estrecha de la escuela con la comunidad, especialmente municipios, servicios sociales y policías, para aquellos casos donde la violencia tiene su origen en una patología psicosocial en el hogar. (12)

Impacto de pertenecer a bandas de adolescentes

La tendencia de los adolescentes a formas agrupaciones cerradas en bandas es un fenómeno mundial y constituye un claro riesgo de ser victimas o victimarios de violencia. La cultura de las bandas requiere de violencia para ser admitido y usan la violencia para la resolución de conflictos. Se debe intervenir para canalizar esta necesidad de pertenecer a agrupaciones juveniles a fines más altruistas como el trabajo social o fines deportivos.

Patología psiquiátrica

Finalmente, existiendo una gran cantidad de condiciones que pueden inducir conductas violentas, la posibilidad de patología psiquiátrica tales como psicosis, enfermedad bipolar y otras debe ser considerada ante el niño que tiene habitualmente un comportamiento violento.

Factores que desencadenan la violencia y formas de enfrentarlos

La agresividad, entendida como la forma de actuar o responder violentamente está presente en nuestra naturaleza humana, inserta en nuestra vida instintiva, en todas las culturas. Los niños experimentan esta tendencia desde temprana edad y la utilizan para resolver sus conflictos, defenderse de las amenazas o como una forma de buscar satisfacción a sus necesidades, cuando éstas no pueden ser obtenidas por otros medios. Una sana agresividad que puede ser controlada y bien conducida, que no atenta contra los derechos y libertades de otros, es necesaria como energía vital para impulsar la acción hacia objetivos o metas.

Como con toda energía vital, con la agresividad, se requiere de un aprendizaje desde niño para controlarla y evitar que se desborde transformándose en violencia que hiere a otros. Este aprendizaje está influido por diversos factores a lo largo de la vida. Desde que enseñamos a un niño a “negociar” con un hermano la forma en que compartirán un juguete, el niño comienza a desarrollar mecanismos para controlar sus emociones y buscar conductas alternativas a la violencia.

Como hacer frente a los medios de comunicación la televisión y los vídeo juegos

Los medios de comunicación con toda su carga de violencia, sólo pueden “entrar” al hogar en la medida que los padres lo permitan. Es así como se vuelve de vital importancia que los padres tengan control sobre ellos. Se debe regular en forma especial la cantidad de tiempo que los niños destinan a la televisión, juegos de video, Internet, etc. Los estudios demuestran que más de dos horas de exposición diaria a las diferentes pantallas para los niños es dañina, incluso para su desarrollo neuropsicológico.

Hoy más que nunca está clara la importancia de que los padres controlen el tipo de programas que sus hijos ven en la televisión, como también la conveniencia de que la vean junto a ellos, y de generar un diálogo que les ayude a analizar lo que se les muestra, con una actitud más crítica, para que no asimilen todo como algo positivo o normal. Esto mismo vale para Internet a través del cual los niños pueden tener acceso a todo tipo de información muchas veces no adecuada. Por otra parte si pensamos en los juegos de video, en los que el objetivo es llegar a conquistar un sitial o una meta y la forma de ganar es a través de matar o destruir a los contrincantes, es lógico pensar que en el subconsciente se va grabando la violencia como forma de tener éxito y el niño se acostumbra a convivir con ella, por lo que es necesario que los padres seleccionen el tipo de juegos al que sus hijos tienen acceso.

Finalmente, la televisión y los medios audiovisuales de entretención, pueden constituirse también en una oportunidad para compartir, si generamos espacios y tiempos comunes para ver televisión y/o entretenerse con los video juegos. Estos tiempos y espacios comunes de entretención por los medios, obliga a los niños a “negociar” entre ellos, para decidir los programas que van a escoger o los juegos que van a compartir, de esta forma estos “enemigos” del diálogo y la convivencia familiar, los podemos transformar en poderosos aliados para el encuentro familiar.

El ejemplo de los adultos (13)

El principal modelo de conducta de los niños son los adultos y en primer lugar los padres. El desarrollo y la modificación de las conductas agresivas están regulados en gran medida por los padres, ya que son éstos los que controlan muchas de las experiencias de satisfacción o de frustración de sus hijos, refuerzan o castigan las expresiones precoces de agresión y sirven de modelo a las conductas agresivas.

La mayoría de las investigaciones muestran que los niños agresivos crecen en un medio agresivo, los miembros de la familia estimulan y perpetúan las conductas violentas de cada uno de ellos. Por lo tanto, lejos de socializarse o reorientarse sanamente, la tendencia agresiva natural de un niño se intensifica y se perpetúa en un medio violento.

El cómo los padres resuelven sus propios conflictos y como enfrentan los desafíos de la vida diaria y superan sus frustraciones, la actitud que tienen hacia los demás, tanto fuera como dentro de la familia, es determinante en el modo como lo harán sus hijos, por quienes están siendo permanentemente observados.

Capacitar en la resolución de conflictos (14)

Uno de los puntos de partida apropiados para lograr este objetivo es educar a los niños en forma tal, que adquieran la capacidad para resolver conflictos mediante opciones no violentas. Es necesario de que tanto padres como educadores dispongan de técnicas destinadas a ayudar a que los jóvenes aprendan a usar métodos alternativos para resolver las controversias, inevitables a nivel de la escuela o en la vida diaria. Desde luego, es necesario tener presente que se educa en primer lugar, con el ejemplo.

Uno de los mayores desafíos y quizás lo más importante, es mostrar a los hijos con el propio ejemplo que hay otras formas alternativas a la violencia para lograr objetivos y solucionar conflictos. Aquí nos encontramos tal vez con la tarea más difícil, la que consiste en nuestra “autoeducacion” para ser el ejemplo que los niños necesitan. Esto es, que debemos sistemáticamente esforzarnos por desarrollar nuestra capacidad de dialogo para solucionar los conflictos con el cónyuge, con los propios niños, con los vecinos, etc. Esforzarnos por controlar nuestros arranques de violencia al conducir nuestro auto, al responder a una crítica, al corregir a un niño, etc., son muchas las situaciones a las que a diario nos vemos enfrentados, en las que nuestra reacción se ve expuesta a la observación de los niños y a través de las cuales ellos van a aprender más que con nuestros largos discursos.

Los padres o los profesores a veces creen que no podrán educar a los niños en virtudes tales como la tolerancia o la comprensión porque ellos son los primeros en no vivirlas plenamente. De hecho, no es el ejemplo perfecto lo que educa, sino la lucha de superación, para intentar cumplir bien, lo que notaran los niños. Este es uno de los principios básicos de la educación: el de la ejemplaridad y la personalización. Los padres y los educadores tienen que dar ejemplo esforzándose siempre para mejorar como personas y, a su vez, tratar a cada hijo o a cada alumno como persona irrepetible, diferente al resto.

Influencia de los estilos de educación y paternidad

Los distintos estilos educativos influyen en el desarrollo del control de las emociones y la agresividad en los niños. El estilo educativo autoritario en el que los padres son excesivamente rígidos y normativos o que controlan las conductas de sus hijos por medio de la fuerza a través de agresiones físicas o verbales y sin mediar reflexión o diálogo que permita entender a los niños las consecuencias de sus actos, genera en los hijos reacciones agresivas. Los padres que golpean son un ejemplo del uso de la agresión al mismo tiempo que están tratando de enseñar a sus hijos a no ser agresivos.

Por otra parte, los padres con un estilo educativo inconsistente, que no colocan límites, que no regulan las conductas de sus hijos, “dejándolos ser”, abandonados a su libre albedrío, no educan el control de la agresividad y dejan a los niños con una sensación de abandono que se puede traducir en frustración y agresividad reactiva. Un niño frustrado está más inclinado a imitar modelos agresivos que uno que se siente satisfecho.

Como educar para la paz

Los niños aprenden desde la época de recién nacidos y los padres primero; después los profesores son responsables de proporcionarles experiencias apropiadas para que los niños aprendan desde muy pequeños a como comportarse.

El estilo de educación y de paternidad es determinante en la socialización de la agresión y en el desarrollo del autocontrol. Diversos estudios señalan que un estilo de educación y paternidad equilibrados, en el que se da una relación paterno filial afectuosa, cercana, que estimula el diálogo y la reflexión, combinada con una autoridad firme y consistente, que establece normas y límites con claridad y es capaz de hacerlos cumplir, es la que permite una sana socialización de la agresión y sano desarrollo del autocontrol. Este estilo de relación paterno filial permite generar un ambiente familiar que además de ser acogedor, cálido, da seguridad y confianza a los niños. El combinar equilibradamente la expresión del amor, con normas claras y sobre todo estables, en un marco disciplinario consistente, permite que el niño crezca tranquilo sabiéndose querido y teniendo claro que terreno pisa.

Dentro de este estilo de relación se fomenta el diálogo y la comunicación. La palabra “comunicación” viene de la palabra “comunidad”, que a su vez viene de “unidad” ¿Como podemos lograr unidad? Debemos aprender a comunicarnos, a expresar nuestras ideas, a manifestar nuestros desacuerdos, pero con respeto. Al interior de la familia y en la escuela es importante que los niños sepan que pueden opinar, más aun, que es positivo y valorado que expresen sus puntos de vista, pero también debe estar muy claro que si no hay acuerdo, finalmente son los padres o los profesores los que tomarán las decisiones.

Otro aspecto importante de señalar es que no es bueno que los adultos intervengan directamente en los conflictos de los niños y en especial en los de los adolescentes, su participación se debe limitar a invitar a los menores a buscar una solución o acuerdo y plantear la pregunta de ¿que ocurriría si no lo logran? Los padres no deben nunca declararse incompetentes frente a un conflicto de los niños, ya que sería un signo de debilidad no deseable especialmente frente al adolescente, pero deben cuidarse de no tomar partido para no generar sentimientos de frustración y rabia por parte de quien se sintiera desfavorecido.

Cabe señalar que en esta reflexión del estilo educación y de relación paterno filial no se ha tenido en consideración las propias tendencias del niño, que por factores biológicos, temperamentales o psicopatológicos, puede tender a la agresividad y a la violencia, independiente del tipo de ambiente familiar. Sin embargo pensamos que de los factores que podemos modificar, el estilo de educación y de paternidad, es sin duda uno de los más determinantes en favorecer un sano control de la agresividad.

Conclusión

Cuando pensamos en la paz, tendemos a creer que ésta es algo que está fuera de nosotros, que es la ausencia de guerra y de violencia en las calles, que es una conquista de las naciones o siendo pesimistas pensamos que es un bien lejano que nunca podremos alcanzar. Quisiéramos hoy mirar este valor tan preciado desde otra perspectiva: La verdadera paz es la que el ser humano logra conquistar en su interior, aquella que se proyecta desde dentro irradiando el entorno, aquella que permanece inconmovible sin depender de lo que sucede a su alrededor. Y es que la verdadera paz no tiene tanto que ver con las guerras de la sociedad, sino con la libertad interior que da el saberse dueño de sí mismo, de las propias tendencias y con la alegría del “corazón que se siente lleno”.

Si miramos la paz desde esta perspectiva, no podemos desconocer que el factor más decisivo en la educación de hombres y mujeres que dejan de lado la violencia, es sin duda la familia. Una familia que en primer lugar es hogar, donde las personas en un ambiente cálido y acogedor se vinculan, donde el amor mueve las acciones de los padres, es una escuela de paz. El niño que se siente querido, valorado, al que se le educa sin renunciar a corregir, el que recibe un ejemplo consistente de como resolver conflictos por la vía del diálogo y la negociación, será un niño seguro, tranquilo y feliz, que en su edad adulta tenderá a repetir los patrones de conducta aprendidos en su familia.

Sin dudas que la sociedad, la cultura, la televisión, tienen una fuerte influencia en la violencia que impera en el mundo, pero nos preguntamos ¿no es esto acaso un reflejo de lo que pasa con los seres humanos? Más fuerte que todas las influencias sociales, pueden ser las vivencias que se tienen en la familia, y si en cada familia se crea ese ambiente de paz, ésta se va transmitiendo e impregnando en la sociedad. El cambio no se da desde fuera hacia adentro. Es el hombre el que construye la sociedad y ésta podrá ser más armónica, en la medida en que cada hombre pueda sentirse en paz y ser agente de paz.

La conquista de la paz es un desafío de cada hombre y cada mujer, su construcción parte desde el nacimiento, todos tenemos en nuestro interior la semilla de la paz, la anhelamos. Esa semilla debe ser cuidada y cultivada primero en el seno familiar y luego, como adultos, somos responsables de impregnar nuestro accionar en el mundo con ese anhelo de paz, para así transformarlo en una realidad.

Referencias

  1. Vargas N. Puericultura. Editorial Universitaria 2004
  2. Rivera F., Farrington D. Prevention of violence: role of the pediatrician. Arch Pediatr Adolesc Med 1995; 149: 421-9
  3. Montenegro H. TV ¿Comunicación o Contaminación? (1980) Editorial Galdoc.
  4. Dengo M. The educator's point of view. Int Rev Educ. 1993 Mar; 39(1-2): 19-24.
  5. Villani S. Impact of Media on Children and Adolescent; 10 year Review of the Research; Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry; (2001) 40; 392-401.
  6. Papalia, D., Wendkos S., Duskin R. Psicología del Desarrollo. (2001) 2ª ed; Mª Graw Hill.
  7. Mussen P. Conger, J., Kagan J. Desarrollo de la Personalidad en el Niño. (1985), 2ª ed.; Editorial Trillas.
  8. Kanoy K., Ulku-Steiner B., Cox M., Burchinal M. Marital relationship and individual psychological characteristics that predict physical punishment of children. J Fam Psychol. 2003 Mar: 17 (1): 20-8.
  9. Ray E. Helfer The battered Child. The University of Chicago Press. 1987.
  10. Elliot D. editors. Blueprints for violence prevention: Bullying Prevention Program Boulder, CO: Center for the Study and Prevention of Violence, Institute of Behavioral Science, University of Colorado; 1997.
  11. Farrington D. The effectiveness of school-based violence prevention programs. Arch Pediatr Adolesc Med 2002; 156: 748-9.
  12. Grossman D., Neckerman H., Koepsell T. et al. Effectiveness of a violence prevention program among children in elementary school: a randomized controlled trial. JAMA 1997; 277: 1605-11.
  13. Lyford-Pike A. Ternura y Firmeza con los Hijos. (1998); 3ª ed.; U Católica de Chile.
  14. Flannery D., Vazsonyi A., Liau A., Guo S., Powell K., Atha H., Vesterdal W., Embry D. Initial behavior outcomes for the peacebuilders universal school-based violence prevention program. Dev Psychol. 2003 Mar; 39 (2): 292-308.
Revista Pediatría Electrónica
Zañartu 1085, Independencia, Santiago, Chile
Teléfonos:(56) 25758092 y 27354991
Correo electrónico: gmedina.uchile@gmail.com
ISSN 0718-0918