Introducción
La
importancia relativa que tienen las distintas
causas que dañan la salud del niño
ha ido cambiando en el transcurso de los años.
Actualmente la violencia en forma de homicidio,
suicidio y trauma es un riesgo para la salud
del niño y del adolescente mayor que
las enfermedades infecciosas, cáncer
o malformaciones congénitas. En este
aspecto las cifras que ha dado a conocer la
Academia Americana de Pediatría son
impactantes. En el adolescente la violencia
interpersonal es la primera causa de traumatismo.
En Estados Unidos 10 adolescentes son asesinados
diariamente y 416 son arrestados por agresiones.
Esta es una pequeña muestra de una
enorme cantidad de información que
demuestra la magnitud que tiene la violencia
en término de costos de vidas humanas
y de sufrimiento. Por estas razones, considerando
que la Pediatría tiene como objeto
de su preocupación la salud del niño
y del adolescente; su crecimiento y desarrollo
y asegurar que llegue a la edad adulta con
el más pleno desarrollo de todas sus
potencialidades, tanto físicas como
emocionales, prevenir la violencia es un tema
prioritario para todos los pediatras (2).
Sin embargo, lamentablemente nos hemos acostumbrado
a ella y no hay una respuesta suficientemente
activa destinada a cambiar las condiciones
que la desencadenan. En las páginas
de los diarios leemos en forma cotidiana la
rutinaria información sobre actos violentos.
En realidad hoy día sufrimos una sobrecarga
de violencia, la que ya no nos sorprende Pero,
debido a la magnitud a que ha llegado en términos
de las cifras de morbimortalidad, humillación
y daño emocional que provoca, debe
ser un importante motivo de preocupación
para todos los miembros de la sociedad, y
particularmente para aquellos encargados de
la salud de la población, y en ella
los niños son los más indefensos
y vulnerables en relación a sus efectos.
A esto habría que agregar que existe
un aumento alarmante de conductas violentas,
incluso homicidas en niños cada vez
de más corta edad.
En
la historia de la humanidad se ha podido definir
la existencia de ciclos de violencia que alternan
con otros de relativa paz. La explicación
de la existencia de estos ciclos no se puede
encontrar en una súbita proliferación
de factores biológicos, sino que en
ciertas características sociales que
consisten en el debilitamiento de los valores
en la Sociedad, la deshumanización,
la corrupción en niveles altos, la
promiscuidad, el aumento en el consumo de
drogas y alcohol y la aceptación social
de la violencia como una alternativa válida
para enfrentar los conflictos. Resulta evidente
que actualmente la situación mundial
corresponde a un período especialmente
violento, en que sus manifestaciones se pueden
apreciar en los ámbitos más
diversos. La violencia debe ser considerada
una urgencia sanitaria.
Causas
de la violencia
 |
Con
el objeto de poder definir las estrategias
más apropiadas de intervención
para prevenir la violencia, previamente es
necesario hacer algunas precisiones sobre
los factores gravitantes en la génesis
de la violencia. En este aspecto se han demostrado
numerosos agentes, tanto constitucionales
del niño como ambientales en el círculo
en que él se desarrolla que generan
un sistema que incentiva conductas violentas
en los más diversos ámbitos
y circunstancias (1). La evaluación
de cada uno de estos factores puede contribuir
a poder comprender la violencia actual que
hasta aquí pareciera imposible de controlar.
En algo tan complejo como es la conducta humana
rara vez podemos encontrar un sólo
factor que determine un modo particular de
comportamiento. Habitualmente es el resultado
de la interacción de varios factores
simultáneos que pueden tener mayor
o menor importancia relativa, según
el caso. Distinguimos factores constituidos
por las influencias ambientales y los biológicos
que son sólo enumerados en la Tabla
1, sin desarrollarlos extensamente, por no
ser el tema central del artículo
Algunas
de las causas son obviamente imposibles de
modificar y son inherentes a las características
normales de las personas. Un ejemplo para
ilustrar esta situación es que la condición
de ser joven y pertenecer al género
masculino tiene especial riesgo de ser un
individuo violento y esta característica
es común tanto al ser humano como a
los animales en general. La frecuencia de
conductas violentas ocurre más habitualmente
durante la juventud. Entre los declarados
culpables de asesinato en Estados Unidos uno
de cada tres tiene entre 18 y 24 años
de edad. En la mujer se ha encontrado mayor
posibilidad de conductas violentas e incluso
homicidas, en relación a días
previos a la menstruación. Se han definido
familias especialmente violentas en relación
a un patrón específico del DNA.
Factores
ambientales
Los
factores ambientales son de particular importancia
para el pediatra, porque son susceptibles
de modificar.
Al
igual que en otros aspectos del desarrollo,
los modelos de convivencia y de crianza imperantes
en las diferentes culturas, afectan de manera
significativa el desarrollo de conductas hostiles
o por lo contrario favorecen el aprendizaje
del auto control (1). Es así como en
culturas donde se pone mayor énfasis
al control de la agresividad en pro de las
relaciones armoniosas, como es el caso de
la cultura japonesa, los niños muestran
mayor control de las emociones. Los niños
norteamericanos, en cambio, muestran más
ira, más agresividad en su comportamiento
y vocabulario, y menos control en sus emociones
en comparación con los niños
japoneses.
Paulatinamente
esta influencia cultural, propia de cada pueblo,
se ha hecho menos clara, ya que de alguna
manera las diferentes culturas, a lo largo
del tiempo, han ido perdiendo diferenciación,
debido a que hoy nos estamos enfrentando a
una cultura globalizada, permanentemente interconectada
por los medios de comunicación.
La
globalización es una de las características
de nuestra cultura que actualmente esta propiciando
el desarrollo de la agresividad en los niños,
ya que están permanentemente expuestos
a presenciar conflictos bélicos, actos
de delincuencia, terrorismo etc., en los que
la violencia aparece como la alternativa para
la resolución de conflictos. De alguna
manera estamos validando la agresión
como una forma de resolver los problemas.
Esta experiencia marca sin duda la cultura
y nuestro modo de ser y de resolver los conflictos
en la sociedad.
Otra
característica de nuestra cultura que
propicia el desarrollo de la agresividad es
el consumismo. La forma de convivencia que
se establece en una sociedad de consumo es
individualista y competitiva, en ella el valor
fundamental está puesto en la “conquista”
de bienes y/o de éxito personal “como
única forma de alcanzar la felicidad”.
Esta forma de convivencia puede desencadenar
una lucha tal por lograr las metas, que requiere
una fuerte carga de agresividad en contra
de los “competidores”. Esto afecta
de diversas formas a los niños. En
primer lugar nos encontramos con padres para
los que lo importante es ser un buen proveedor,
por lo que tienen menos tiempo para compartir
con la familia, lo que puede generar en los
hijos, un sentimiento de abandono y de poca
valoración que se traduce en rabia
y agresión. En segundo lugar los padres
que llegan cansados del trabajo, responden
muchas veces con agresividad a las demandas
de los hijos. Mas adelante revisaremos lo
importante que es el ejemplo paternal para
desarrollar patrones conductuales adecuados.”
De
esta manera se cierra el círculo vicioso
de una cultura que busca la felicidad en el
tener, más que en el compartir, donde
la competencia necesaria para el éxito
debe ir acompañada por una fuerte carga
de agresividad.
Que hacer ante la influencia de la cultura y los valores imperantes
Al
revisar las causas de la violencia nos podemos
dar cuenta que tenemos pocas probabilidades
de modificar muchas de ellas. Sin embargo
lo que sí podemos hacer es controlar
los efectos que éstas pueden tener
sobre los niños, de tal forma de disminuir
su influencia a través del manejo que
se realice al interior de la familia.
Ya
revisamos como la cultura puede influir negativamente
en la generación y en el manejo de
la agresividad y de la violencia al interior
de la familia. Ahora nos preguntamos como
podemos contrarrestar esto. Es importante
antes que nada que los padres tengan claro
como quieren vivir, como quieren educar a
sus hijos, en que valores, donde van a estar
puestos sus mayores esfuerzos. Que estilo
de familia quieren ser, que tipo de adulto
quieren formar, hoy más que nunca los
padres deben reflexionar, de lo contrario
las fuertes tendencias sociales, la masificación
de la cultura va a terminar por confundir
la propia identidad familiar y destruir su
originalidad.
Si
en una familia se vive priorizando ciertos
valores los niños van asimilándolos
paulatinamente, independiente de lo que este
imperando en la cultura. Es así como
si a la violencia imperante interponemos el
valor del respeto mutuo, de la tolerancia
y del diálogo, podremos neutralizar
su efecto al interior de la familia. Del mismo
modo podemos lograr que el consumismo imperante
no afecte tanto a los niños, siempre
y cuando les mostremos con nuestra vida que
es más importante ser que tener, compartir
que poseer. Si los hijos ven que sus padres
valoran a otros por lo que son como personas
y no por los bienes que tienen, podrán
hacer lo mismo y adquirirán seguridad
para no depender de las cosas o los bienes
que poseen, como la marca de zapatillas que
usan, para sentirse bien o ser felices. Si
los hijos ven que los bienes brindan felicidad
al ser compartidos y no sólo por ser
poseídos, irán asimilando el
verdadero valor, y orden de jerarquía
que los bienes tienen en sus vidas. Junto
a esta jerarquización vivencial de
valores, es importante también ayudarles
a que desarrollen una actitud crítica
frente al medio, que aprendan a tener una
opinión propia y que aprendan a expresarla
sin miedo a ser diferentes.
Influencia
de los medios de comunicación, la televisión
y los video juegos (3, 4, 5).
Los
niños aprenden conductas por modelos
(6, 7), los medios de comunicación
tienen una alta influencia en el modelado
de ellas.
Los
medios de comunicación especialmente
la televisión, vistos en su dimensión
negativa sin por ello desconocer el valor
educativo y culturizador que también
poseen, constituyen uno de los principales
promotores de la cultura del consumo, “creando
necesidades” especialmente en los niños,
despertando en ellos la sed de tener, catalizando
así el círculo vicioso de la
cultura consumista, que como vimos tiende
a desenfrenar la agresividad.
Junto
a esta realidad, es un hecho conocido y ampliamente
estudiado, que la televisión y los
video juegos con alta carga de violencia,
desencadenan agresividad en los niños.
Investigaciones sugieren que los niños
reciben más influencia de los modelos
de violencia de estos medios, que en su propia
vida. Los niños ven en promedio tres
horas diarias de televisión y más
de 10.000 actos violentos por año,
según estudio reciente de la televisión
norteamericana. Los resultados promedios de
otros estudios arrojan los datos que se ilustran
en la Tabla 2. Los datos en esta tabla destacan
lo distorsionada que es la realidad que muestran
estos modelos para los niños.
Según
otro estudio norteamericano, el tiempo gastado
por los niños en video juegos por semana,
fue de 4,2 horas y el contenido de más
de la mitad de los videos, fue violento. Al
mismo tiempo, el crecimiento anual de la industria
de los video juegos ha sido meteórica,
de 100 millones de dólares en 1985
a 7 billones de dólares en 1994, lo
que augura preocupantes efectos en la conducta
de los niños ávidos de consumir
estos productos.
Por
su parte, el fácil y rápido
acceso al mundo a través de la WEB
por el ciberespacio, claramente tendrá
un efecto en el desarrollo de las conductas
de los niños, como los otros medios
de comunicación lo han tenido.
Finalmente
este estilo de diversión promueve el
individualismo, los niños se pueden
entretener solos sin necesidad de otros, lo
que no favorece el desarrollo de conductas
adaptativas. Los niños pierden o no
llegan a desarrollar las capacidades de negociar,
ceder y de establecer acuerdos con sus pares.
En muchos hogares los niños tienen
televisores e incluso computadores en sus
dormitorios, lo que genera un creciente aislamiento
y atenta contra un sano compartir y necesario
dialogo familiar.
Situaciones específicas de violencia que afectan
al niño
Violencia
intrafamiliar (8)
La
violencia doméstica o intrafamiliar
es hoy día un problema devastador en
la sociedad y que impacta cada segmento de
la población. La respuesta frente a
esta grave situación ha sido preferentemente
a proteger al adulto víctima del abuso.
Pero actualmente hay un aumento de la atención
en relación a los efectos que tiene
sobre el niño. En la tabla 3 se enumeran
los efectos que tiene la violencia en el hogar
de acuerdo a la edad del niño. Los
estudios revelan que entre el 10 al 20% de
los niños están expuestos a
violencia intrafamiliar. Además de
que estos niños tienen mayor riesgo
de ser víctimas de maltrato, las investigaciones
a su vez revelan que ellos pueden desarrollar
conductas oposicionistas, hostiles y agresivas.
No
es casualidad que la primera solicitud de
divorcio de la nueva ley de matrimonio civil
en nuestro país haya sido presentada
por una mujer de 47 años que era golpeada
y humillada hace 25 por su pareja.
La
violencia se ha transformado en algo habitual
para un 50% de las mujeres chilenas y el Gobierno
y varias instituciones privadas están
dispuestas a llamar la atención como
sea para que esto se sepa y se corrija. De
acuerdo a la información disponible
siete de cada 10 mujeres sufren violencia
sicológica en sus hogares por parte
de sus maridos, convivientes, parientes o
vecinos. Una de cada 4 es golpeada y a tal
grado, que unas 70 de ellas mueren al año,
es decir, una mujer cada 5 días. El
más reciente estudio de prevalencia
de violencia intrafamiliar, realizado en Coquimbo
por la Universidad Católica y el Sernam,
revela que el 41,9% de las encuestadas ha
sufrido violencia sicológica, 42%,
física y un 16,6%, de connotación
sexual. Estas cifras deben motivar a considerar
este tema como un problema sanitario que requiere
de especial atención.
Además
de la exposición del niño a
presenciar la violencia entre sus padres igualmente
es muy perjudicial la situación en
que el niño es el objeto directo de
la violencia cuando es víctima del
castigo físico con que equivocadamente
se pretende modificar sus conductas en el
hogar. (9) Se aplica en forma sistemática
al 28% de los niños entre los 5-12
años de edad. El resultado es que el
niño castigado adquiere conductas agresivas
para defenderse o para controlar las conductas
de otros.
Se
estima que el castigo físico o el verbal
excesivo son inaceptables desde el punto de
vista moral y legal. El niño debe ser
tratado con respeto y considerando su dignidad.
El
niño abusador (10)
Se
estima que un tercio de los menores del país
de entre 7 y 10 años es víctima
de agresiones físicas o psicológicas
por sus pares, al menos una vez al año,
según un estudio sobre victimización
infantil de Enero 2004 de la Fundación
Paz Ciudadana y Adimark. El niño abusador
se caracteriza por una conducta iniciada en
escuela básica y mantenida posteriormente
que consiste en agresión física,
verbal o psicológica por parte de un
niño más fuerte a uno más
débil. Tiene un impacto emocional importante
y es un claro riesgo de conducta agresiva
del abusado posteriormente.
Un
informe de la Unicef, sobre convivencia en
el ámbito escolar, revela que uno de
cada 6 alumnos de 7º y 8º básico
y de 3º y 4º medio es víctima
de algún tipo de maltrato, abuso o
amenaza, por parte de sus compañeros.
Por este motivo se requieren de acciones concretas
destinadas a controlar las conductas descritas
(11). Hay tres elementos centrales que son
efectivos siendo el primero acordar entre
la dirección, profesor, alumnos y apoderados
normas claras de comportamiento en la escuela,
y qué hacer cuando se infringen.
Segundo,
tener planes comunes para tratar conflictos
e instancias de mediación, con profesores
debidamente capacitados, junto con programas
especializados para casos más complejos.
Por
último, una relación más
estrecha de la escuela con la comunidad, especialmente
municipios, servicios sociales y policías,
para aquellos casos donde la violencia tiene
su origen en una patología psicosocial
en el hogar. (12)
Impacto
de pertenecer a bandas de adolescentes
La
tendencia de los adolescentes a formas agrupaciones
cerradas en bandas es un fenómeno mundial
y constituye un claro riesgo de ser victimas
o victimarios de violencia. La cultura de
las bandas requiere de violencia para ser
admitido y usan la violencia para la resolución
de conflictos. Se debe intervenir para canalizar
esta necesidad de pertenecer a agrupaciones
juveniles a fines más altruistas como
el trabajo social o fines deportivos.
Patología
psiquiátrica
Finalmente,
existiendo una gran cantidad de condiciones
que pueden inducir conductas violentas, la
posibilidad de patología psiquiátrica
tales como psicosis, enfermedad bipolar y
otras debe ser considerada ante el niño
que tiene habitualmente un comportamiento
violento.
Factores
que desencadenan la violencia y formas de
enfrentarlos
La
agresividad, entendida como la forma de actuar
o responder violentamente está presente
en nuestra naturaleza humana, inserta en nuestra
vida instintiva, en todas las culturas. Los
niños experimentan esta tendencia desde
temprana edad y la utilizan para resolver
sus conflictos, defenderse de las amenazas
o como una forma de buscar satisfacción
a sus necesidades, cuando éstas no
pueden ser obtenidas por otros medios. Una
sana agresividad que puede ser controlada
y bien conducida, que no atenta contra los
derechos y libertades de otros, es necesaria
como energía vital para impulsar la
acción hacia objetivos o metas.
Como
con toda energía vital, con la agresividad,
se requiere de un aprendizaje desde niño
para controlarla y evitar que se desborde
transformándose en violencia que hiere
a otros. Este aprendizaje está influido
por diversos factores a lo largo de la vida.
Desde que enseñamos a un niño
a “negociar” con un hermano la
forma en que compartirán un juguete,
el niño comienza a desarrollar mecanismos
para controlar sus emociones y buscar conductas
alternativas a la violencia.
Como
hacer frente a los medios de comunicación
la televisión y los vídeo juegos
Los
medios de comunicación con toda su
carga de violencia, sólo pueden “entrar”
al hogar en la medida que los padres lo permitan.
Es así como se vuelve de vital importancia
que los padres tengan control sobre ellos.
Se debe regular en forma especial la cantidad
de tiempo que los niños destinan a
la televisión, juegos de video, Internet,
etc. Los estudios demuestran que más
de dos horas de exposición diaria a
las diferentes pantallas para los niños
es dañina, incluso para su desarrollo
neuropsicológico.
Hoy
más que nunca está clara la
importancia de que los padres controlen el
tipo de programas que sus hijos ven en la
televisión, como también la
conveniencia de que la vean junto a ellos,
y de generar un diálogo que les ayude
a analizar lo que se les muestra, con una
actitud más crítica, para que
no asimilen todo como algo positivo o normal.
Esto mismo vale para Internet a través
del cual los niños pueden tener acceso
a todo tipo de información muchas veces
no adecuada. Por otra parte si pensamos en
los juegos de video, en los que el objetivo
es llegar a conquistar un sitial o una meta
y la forma de ganar es a través de
matar o destruir a los contrincantes, es lógico
pensar que en el subconsciente se va grabando
la violencia como forma de tener éxito
y el niño se acostumbra a convivir
con ella, por lo que es necesario que los
padres seleccionen el tipo de juegos al que
sus hijos tienen acceso.
Finalmente,
la televisión y los medios audiovisuales
de entretención, pueden constituirse
también en una oportunidad para compartir,
si generamos espacios y tiempos comunes para
ver televisión y/o entretenerse con
los video juegos. Estos tiempos y espacios
comunes de entretención por los medios,
obliga a los niños a “negociar”
entre ellos, para decidir los programas que
van a escoger o los juegos que van a compartir,
de esta forma estos “enemigos”
del diálogo y la convivencia familiar,
los podemos transformar en poderosos aliados
para el encuentro familiar.
El
ejemplo de los adultos (13)
El
principal modelo de conducta de los niños
son los adultos y en primer lugar los padres.
El desarrollo y la modificación de
las conductas agresivas están regulados
en gran medida por los padres, ya que son
éstos los que controlan muchas de las
experiencias de satisfacción o de frustración
de sus hijos, refuerzan o castigan las expresiones
precoces de agresión y sirven de modelo
a las conductas agresivas.
La
mayoría de las investigaciones muestran
que los niños agresivos crecen en un
medio agresivo, los miembros de la familia
estimulan y perpetúan las conductas
violentas de cada uno de ellos. Por lo tanto,
lejos de socializarse o reorientarse sanamente,
la tendencia agresiva natural de un niño
se intensifica y se perpetúa en un
medio violento.
El
cómo los padres resuelven sus propios
conflictos y como enfrentan los desafíos
de la vida diaria y superan sus frustraciones,
la actitud que tienen hacia los demás,
tanto fuera como dentro de la familia, es
determinante en el modo como lo harán
sus hijos, por quienes están siendo
permanentemente observados.
Capacitar
en la resolución de conflictos (14)
Uno
de los puntos de partida apropiados para lograr
este objetivo es educar a los niños
en forma tal, que adquieran la capacidad para
resolver conflictos mediante opciones no violentas.
Es necesario de que tanto padres como educadores
dispongan de técnicas destinadas a
ayudar a que los jóvenes aprendan a
usar métodos alternativos para resolver
las controversias, inevitables a nivel de
la escuela o en la vida diaria. Desde luego,
es necesario tener presente que se educa en
primer lugar, con el ejemplo.
Uno
de los mayores desafíos y quizás
lo más importante, es mostrar a los
hijos con el propio ejemplo que hay otras
formas alternativas a la violencia para lograr
objetivos y solucionar conflictos. Aquí
nos encontramos tal vez con la tarea más
difícil, la que consiste en nuestra
“autoeducacion” para ser el ejemplo
que los niños necesitan. Esto es, que
debemos sistemáticamente esforzarnos
por desarrollar nuestra capacidad de dialogo
para solucionar los conflictos con el cónyuge,
con los propios niños, con los vecinos,
etc. Esforzarnos por controlar nuestros arranques
de violencia al conducir nuestro auto, al
responder a una crítica, al corregir
a un niño, etc., son muchas las situaciones
a las que a diario nos vemos enfrentados,
en las que nuestra reacción se ve expuesta
a la observación de los niños
y a través de las cuales ellos van
a aprender más que con nuestros largos
discursos.
Los
padres o los profesores a veces creen que
no podrán educar a los niños
en virtudes tales como la tolerancia o la
comprensión porque ellos son los primeros
en no vivirlas plenamente. De hecho, no es
el ejemplo perfecto lo que educa, sino la
lucha de superación, para intentar
cumplir bien, lo que notaran los niños.
Este es uno de los principios básicos
de la educación: el de la ejemplaridad
y la personalización. Los padres y
los educadores tienen que dar ejemplo esforzándose
siempre para mejorar como personas y, a su
vez, tratar a cada hijo o a cada alumno como
persona irrepetible, diferente al resto.
Influencia
de los estilos de educación y paternidad
Los
distintos estilos educativos influyen en el
desarrollo del control de las emociones y
la agresividad en los niños. El estilo
educativo autoritario en el que los padres
son excesivamente rígidos y normativos
o que controlan las conductas de sus hijos
por medio de la fuerza a través de
agresiones físicas o verbales y sin
mediar reflexión o diálogo que
permita entender a los niños las consecuencias
de sus actos, genera en los hijos reacciones
agresivas. Los padres que golpean son un ejemplo
del uso de la agresión al mismo tiempo
que están tratando de enseñar
a sus hijos a no ser agresivos.
Por
otra parte, los padres con un estilo educativo
inconsistente, que no colocan límites,
que no regulan las conductas de sus hijos,
“dejándolos ser”, abandonados
a su libre albedrío, no educan el control
de la agresividad y dejan a los niños
con una sensación de abandono que se
puede traducir en frustración y agresividad
reactiva. Un niño frustrado está
más inclinado a imitar modelos agresivos
que uno que se siente satisfecho.
Como
educar para la paz
Los
niños aprenden desde la época
de recién nacidos y los padres primero;
después los profesores son responsables
de proporcionarles experiencias apropiadas
para que los niños aprendan desde muy
pequeños a como comportarse.
El
estilo de educación y de paternidad
es determinante en la socialización
de la agresión y en el desarrollo del
autocontrol. Diversos estudios señalan
que un estilo de educación y paternidad
equilibrados, en el que se da una relación
paterno filial afectuosa, cercana, que estimula
el diálogo y la reflexión, combinada
con una autoridad firme y consistente, que
establece normas y límites con claridad
y es capaz de hacerlos cumplir, es la que
permite una sana socialización de la
agresión y sano desarrollo del autocontrol.
Este estilo de relación paterno filial
permite generar un ambiente familiar que además
de ser acogedor, cálido, da seguridad
y confianza a los niños. El combinar
equilibradamente la expresión del amor,
con normas claras y sobre todo estables, en
un marco disciplinario consistente, permite
que el niño crezca tranquilo sabiéndose
querido y teniendo claro que terreno pisa.
Dentro
de este estilo de relación se fomenta
el diálogo y la comunicación.
La palabra “comunicación”
viene de la palabra “comunidad”,
que a su vez viene de “unidad”
¿Como podemos lograr unidad? Debemos
aprender a comunicarnos, a expresar nuestras
ideas, a manifestar nuestros desacuerdos,
pero con respeto. Al interior de la familia
y en la escuela es importante que los niños
sepan que pueden opinar, más aun, que
es positivo y valorado que expresen sus puntos
de vista, pero también debe estar muy
claro que si no hay acuerdo, finalmente son
los padres o los profesores los que tomarán
las decisiones.
Otro
aspecto importante de señalar es que
no es bueno que los adultos intervengan directamente
en los conflictos de los niños y en
especial en los de los adolescentes, su participación
se debe limitar a invitar a los menores a
buscar una solución o acuerdo y plantear
la pregunta de ¿que ocurriría
si no lo logran? Los padres no deben nunca
declararse incompetentes frente a un conflicto
de los niños, ya que sería un
signo de debilidad no deseable especialmente
frente al adolescente, pero deben cuidarse
de no tomar partido para no generar sentimientos
de frustración y rabia por parte de
quien se sintiera desfavorecido.
Cabe
señalar que en esta reflexión
del estilo educación y de relación
paterno filial no se ha tenido en consideración
las propias tendencias del niño, que
por factores biológicos, temperamentales
o psicopatológicos, puede tender a
la agresividad y a la violencia, independiente
del tipo de ambiente familiar. Sin embargo
pensamos que de los factores que podemos modificar,
el estilo de educación y de paternidad,
es sin duda uno de los más determinantes
en favorecer un sano control de la agresividad.
Conclusión
Cuando
pensamos en la paz, tendemos a creer que ésta
es algo que está fuera de nosotros,
que es la ausencia de guerra y de violencia
en las calles, que es una conquista de las
naciones o siendo pesimistas pensamos que
es un bien lejano que nunca podremos alcanzar.
Quisiéramos hoy mirar este valor tan
preciado desde otra perspectiva: La verdadera
paz es la que el ser humano logra conquistar
en su interior, aquella que se proyecta desde
dentro irradiando el entorno, aquella que
permanece inconmovible sin depender de lo
que sucede a su alrededor. Y es que la verdadera
paz no tiene tanto que ver con las guerras
de la sociedad, sino con la libertad interior
que da el saberse dueño de sí
mismo, de las propias tendencias y con la
alegría del “corazón que
se siente lleno”.
Si
miramos la paz desde esta perspectiva, no
podemos desconocer que el factor más
decisivo en la educación de hombres
y mujeres que dejan de lado la violencia,
es sin duda la familia. Una familia que en
primer lugar es hogar, donde las personas
en un ambiente cálido y acogedor se
vinculan, donde el amor mueve las acciones
de los padres, es una escuela de paz. El niño
que se siente querido, valorado, al que se
le educa sin renunciar a corregir, el que
recibe un ejemplo consistente de como resolver
conflictos por la vía del diálogo
y la negociación, será un niño
seguro, tranquilo y feliz, que en su edad
adulta tenderá a repetir los patrones
de conducta aprendidos en su familia.
Sin
dudas que la sociedad, la cultura, la televisión,
tienen una fuerte influencia en la violencia
que impera en el mundo, pero nos preguntamos
¿no es esto acaso un reflejo de lo
que pasa con los seres humanos? Más
fuerte que todas las influencias sociales,
pueden ser las vivencias que se tienen en
la familia, y si en cada familia se crea ese
ambiente de paz, ésta se va transmitiendo
e impregnando en la sociedad. El cambio no
se da desde fuera hacia adentro. Es el hombre
el que construye la sociedad y ésta
podrá ser más armónica,
en la medida en que cada hombre pueda sentirse
en paz y ser agente de paz.
La
conquista de la paz es un desafío de
cada hombre y cada mujer, su construcción
parte desde el nacimiento, todos tenemos en
nuestro interior la semilla de la paz, la
anhelamos. Esa semilla debe ser cuidada y
cultivada primero en el seno familiar y luego,
como adultos, somos responsables de impregnar
nuestro accionar en el mundo con ese anhelo
de paz, para así transformarlo en una
realidad.
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